jueves, 17 de noviembre de 2011

PERMITIR QUE ALGUIEN SE TERMINE UNA PAJA



Dedicado a mi segundo seguidor, Sidhe (bueno, en realidad ya tenía pensado colgar esta mierda en el blog, pero como me he dado cuenta que tenía otro más, pues me he dicho, ¡venga! ¡Adelante!).

Poca broma, pues lo que les voy a contar ocurrió de verdad. Tómenselo como un telefilm de sobre mesa de esos malos que echan en Antena 3 a la hora de comer, tómenselo como les “salte” de los huevos, pero lo que les vengo a relatar es, ante todo, real. Como la vida misma. “Asín”. Antes de empezar, os aviso que no mencionaré los nombres de los implicados para no herir susceptibilidades… Esta gente tiene familia e hijos. Tienen una vida anónima. Son peña que sacan los perros a mear al parque como cualquiera y que compran las barras de pan en el badulaque de la esquina. Demasiado tienen con lo suyo, pobres, así que no seré yo quien les vaya a joder aún más exponiendo sus miserias en un blog de mierda.
Imaginen lo siguiente. Usted es un camionero. Un tipo que pasa días, quizás semanas, fuera de casa. Un hombre que está hasta la mismísima polla de hacer kilómetros. Un ser humano que lo único que quiere es volver a casa con los suyos y tomarse una puta sopa caliente, colocarse sus zapatillas y cagar en su water de toda la vida, ya saben cosas de ese estilo. Pues bien, imagínense que tienen que ir a un lugar, la hostia de lejos, y tienen que descargar el material que llevan en lo alto del trailer. Ya tienen prácticamente la faena cumplida y lo último que les queda es que les firmen el maldito albarán. “Una firmita y a casa”, piensas. Pero joder, cuando entras en la oficina te encuentras con un gigante calvo de dos metros de altura que se parece al Slothy de los Goonies. La cosa ya de por si es bastante inquietante, pero para enredar más la cosa te percatas que el gigante se está haciendo una paja. Se la está machacando, ¿vale? Hostia, cuando te das cuenta que tiene la polla en la mano te llevas un corte de tres pares de cojones y entonces, un poco tímido, te das la vuelta. Le dices: “uy, perdón”, bien flojito. Eres un tío noble y educado, y aquella situación esta resultando tan embarazosa para él como para ti.
Hasta ahí bien. Estas cosas le pueden pasar a cualquiera. ¿Quién no ha pillado nunca a nadie masturbándose? Así que intentas borrar esa imagen de tu cabeza. Quieres que ese momento se esfume lo más rápido posible y olvidarlo para siempre. Pero los segundos pasan y Slothy no parece levantarse de su sitio para firmarte el albarán de una vez. Algo, no sabes que, está ocurriendo a tus espaldas pero no te atreves a girarte. No quieres volver la vista atrás. Miras tu reloj mientras no paras de escuchar “flap, flap, flap…”. Y así pasan uno, dos, tres minutos… “Flap, flap, flap…”. Cuatro minutos… Aquello se está convirtiendo en un infierno, así que con todos los músculos del cuerpo engarrotados decides hacer algo al respecto, por lo tanto le dices, “bueno, ¿me puedes firmar el albarán, por favor?”. Entonces, coño… El tío, el gigante calvo, te dice: “espera que termine, que ya me queda poco”. Una vez dicho esto no sabes que hacer. Lo más lógico hubiera sido reventarle la pantalla del ordenador en la cabeza, pero echas de menos a tu mujer, quieres volver a verla lo antes posible y cualquier incidente puede alargar aún más esa espera… Así que optas por quedarte inmóvil. De espaldas a Slothy. Piensas “que se corra de una maldita vez, que se corra de una maldita vez, que se corra de una maldita vez…”. Ese es tu mantra. “Que se corra de una maldita vez”. Y así pasan un par de minutos más que se te hacen igual de eternos que los anteriores.
Finalmente el gigante se levanta y se pone frente a ti. Te mira a los ojos con una amplia sonrisa y te firma el albarán. En ese momento no puedes evitar buscar en sus manos cualquier resto de esperma, pero Slothy tiene las manos completamente limpias. No hay resto de semen por ningún lado. Entonces te preguntas donde demonios se habrá limpiado. Incluso sientes la necesidad de preguntárselo, pero lo desestimas. Quieres terminar con esa pesadilla de una vez por todas. Huir de allí. Montarte en tu camión y volver con los tuyos.
Pero entonces, sin venir a cuento, el tipo te tiende la mano. Aquello es una dura prueba a la que te quiere someter, no hay duda. Después de haberse masturbado, Slothy te ofrece su mano. Quiere sellar ese momento para la eternidad. Que no haya cabos sueltos. Quiere que el combate que se ha librado en esa oficina tenga un final. Te está diciendo con la mirada que tienes que terminar con eso como Dios manda, ¡que seas valiente! Con la mirada te desafía y te dice, “gánate el poder volver a casa, hijodeputa”. Así que, ¡que cojones! le das la mano a ese enorme calvo onanista y sales por la puerta.
Cuando llegas a casa abrazas a tu mujer con lágrimas en los ojos. Ella te mira sorprendida… No sabe por lo que has tenido que pasar para conseguir la semanada. Para llevar algo de pan a tu hogar. Esas cosas sólo te las guardas para ti. Tu esposa no tiene porque sufrir. Debes hacerla lo más feliz posible y no complicarle la vida con tus miserias. La besas y cenas con ella mientras miras el “Salvame Deluxe” en el televisor del comedor. Si… Aprovechas cada minuto de mierda junto a tu familia porque sabes que dentro de poco tienes que volver a salir a la carretera y eso es muy duro. Jodidamente duro. 

2 comentarios:

  1. Ya lo dicen ellos, los camioneros, que su vida es muy dura.
    Por cierto, usted como sabe esta historia...ummm...no me conteste. Era una pregunta retórica.

    ResponderEliminar
  2. ¡Seguidora al habla! Qué mi nombre figure debajo de una foto de un miembro de los Goonies es todo un honor (y que unas líneas más abajo se hable de porqueces pues también, para que lo vamos a negar jajja)


    Real como la vida misma, eh?

    ResponderEliminar