miércoles, 6 de junio de 2012

CERDO


Caminaba por la calle con paso firme y decidido. Llevaba al menos tres horas con ganas de hacerlo pero por un motivo u otro siempre había algo que se lo impedía. Por allí sin embargo no pasaba nadie. Miró a un lado y al otro de la calle. No había una maldita alma y pensó que aquel sería el momento. Soltó una carcajada del demonio en un acto de locura liberadora y después comenzó a peerse a culo abierto. Se escuchó un rotundo y sonoro pedo en mitad de la calle. Por fin no había nadie a su alrededor y podía cometer aquel crimen sin testigos. Un pedo infinito que parecía desinflarle todo el malestar que había estado acumulando durante esas tres horas de sufrimiento. Pero entonces alguien lo llamó “CERDO”. Volvió a mirar a un lado y al otro de la calle y no vio a nadie. ¿Cómo era posible? “CERDO”, le volvieron a llamar. Entonces miró hacía arriba y se percató que un tipo viejo y desdentado había presenciado toda esa escena llena de cobardía y miserabilidad. Que estúpido y confiado había sido. Olvidó que siempre hay alguien desde las alturas vigilando nuestros movimientos y que ningún pecado queda sin su castigo correspondiente.

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