Entras en una editorial
con tu novela bajo el brazo. Sabes que has escrito algo importante
pero tienes tus dudas, jamás habías dado un paso tan importante y
es la primera vez que acudes allí con la intención de que te lo
publiquen. Piensas que puedes tener suerte y que quizás te hagas
millonario, pero siempre queda esa jodida incertidumbre sobre si los
demás verán ese diamante en bruto que tú crees que has escrito.
Hablas con la recepcionista y le comentas la situación. Le dices que
vienes a traer un libro muy bueno de ciencia ficción. Te pregunta si
lo has enviado por email, pero le dices que no, que lo traes
físicamente para que lo lean. Le enseñas el puñado de folios y la
recepcionista pone mala cara y resopla. Justo en ese momento sale un
tipo encorbatado del interior de uno de los despachos. Es un escritor al que admiras mucho
y te lo quedas mirando. Mientras tanto la recepcionista te dice que no puede coger
ninguna obra literaria en mano y que en todo caso deberías enviarla
por email. Le sueltas un rollo y te haces el simpático. La invitas a
cenar pero la chica es un muro infranqueable. Te vienes un poco abajo
pero luego piensas que si no acepta casi mejor, ya que te has gastado
el poco dinero que te quedaba en imprimir tu obra en el ciber café
de tu barrio. Se crea un poco de tensión porque insistes en que
acepte tu libro y ella en que se lo envíes por email. Al ver esa
escena, el escritor al que tanto admiras se te acerca y te sonríe
(en realidad siempre sonríe, pero está vez lo hace única y
exclusivamente para ti). Te pregunta de qué va. Le dices que es una
especie de historia de amor futurista, una telenovela
post-apocalíptica. El hombre sonríe (aún más). Te pregunta si se
lo prestas y le dices que adelante, que encantado. Lo hojea por
encima mientras le dices todo lo que le admiras y todo lo que has
disfrutado con sus libros, y después vuelve a fijar su mirada en ti,
sonriendo (siempre sonriendo). Entonces te hace una proposición
indecente delante de la recepcionista (a ese hombre le da igual la
gente, para él son como monigotes) y te pregunta que si quieres que
lo publique bajo su nombre. Obviamente, según cuenta, te entregaría
un dinero por ello y, quien sabe, quizás podrías continuar
escribiendo novelas para él durante un tiempo. Serías una especie
de escritor en la sombra, como aquel fulano que escribe para Stephen
King. La recepcionista sonríe (por primera vez), al parecer le hace
gracia la oferta (o eso o es tonta), pero tú te aferras a tu obra
con firmeza y se la quitas de un golpe a ese escritor al que tanto
admiras (o admirabas). No piensas darle nada tuyo para que ese tipo
se lucre a tu costa. Le gritas que se largue de allí y le amenazas
con partirle las piernas. Le llamas viejo estúpido y le escupes
(aunque no le das). Aquello te ha enfurecido y ofendido. La ostia de
enfurecido y ofendido. De hecho, jamás te habías sentido tan
ofendido y enfurecido en tu vida. Entonces el escritor se pone serio
(por primera vez) y te mira extrañado. La recepcionista se queda
seria (bueno, siempre había estado seria, así que en ella lo ves
normal). El escritor no sabe que decir, parece decepcionado y se
larga. Entonces la recepcionista te dice que todo era una pequeña
broma que te quería gastar. Era una guasa inocente que ese escritor
siempre suele hacer a los escritores noveles que pasan por allí.
Pero tú te has comportado como un cerdo arrogante, como un auténtico
gilipollas engreído. La recepcionista sigue con su trabajo y te
repite que lo envíes por email. Es un ultimátum, ya no quiere
seguir discutiendo. No hay vuelta a atrás. Sales por la puerta del
edificio con el rabo entre las piernas maldicientote por haber sido
tan estúpido. No sólo te has comportado como un ser soberbio y
presuntuoso sino que además te acabas de acordar de que el archivo
del Word donde tenías escrita tu novela, lo borraste después de
haberlo imprimido en aquel ciber café lleno de moros. Miras el
reloj, son las cinco y media de la tarde. No te vienes abajo, todavía
hay esperanza, sólo tienes que volver a escribirlo todo y enviarlo
por email a la editorial. Sabes que todo es cuestión de tiempo y que
tarde o temprano llegará tu momento. Pero hasta que llegue decides
ir a unos baños públicos. Tal vez allí encontrarás algún tipo a
quien chupársela a cambio de algo de comida.
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