domingo, 22 de julio de 2012

DEMOSTRACIÓN


-Perdona cariño, ¿te importa si me tiro un pedo?
-Ni se te ocurra.
-Vamos, ya sabes lo que me ha dicho el médico acerca de los gases.
-Levántate del sofá y tíratelo en la salita.
-Oh vamos, cariño… Entonces me voy a perder el final de “Mi vida”.
-Michael Keaton muere y la mujer pierde todas las cintas de VHS. No se las enseña al niño. FIN.
-Jó cari… ¿Porque eres así? Déjame que me tire al menos medio pedo. La mitad…
-Haz lo que te salga de los cojones.

(PEDO CON SONORIDAD IMPORTANTE).
(SILENCIO).
(Pasa un breve espacio de tiempo).
(Michael Keaton muere en “Mi vida”).

-Perdona corazón, ¿te importa si me tiro la otra mitad para demostrarte que el anterior sólo era medio de verdad?

lunes, 2 de julio de 2012

EL ESCRITOR AMBICIOSO



Entras en una editorial con tu novela bajo el brazo. Sabes que has escrito algo importante pero tienes tus dudas, jamás habías dado un paso tan importante y es la primera vez que acudes allí con la intención de que te lo publiquen. Piensas que puedes tener suerte y que quizás te hagas millonario, pero siempre queda esa jodida incertidumbre sobre si los demás verán ese diamante en bruto que tú crees que has escrito. Hablas con la recepcionista y le comentas la situación. Le dices que vienes a traer un libro muy bueno de ciencia ficción. Te pregunta si lo has enviado por email, pero le dices que no, que lo traes físicamente para que lo lean. Le enseñas el puñado de folios y la recepcionista pone mala cara y resopla. Justo en ese momento sale un tipo encorbatado del interior de uno de los despachos. Es un escritor al que admiras mucho y te lo quedas mirando. Mientras tanto la recepcionista te dice que no puede coger ninguna obra literaria en mano y que en todo caso deberías enviarla por email. Le sueltas un rollo y te haces el simpático. La invitas a cenar pero la chica es un muro infranqueable. Te vienes un poco abajo pero luego piensas que si no acepta casi mejor, ya que te has gastado el poco dinero que te quedaba en imprimir tu obra en el ciber café de tu barrio. Se crea un poco de tensión porque insistes en que acepte tu libro y ella en que se lo envíes por email. Al ver esa escena, el escritor al que tanto admiras se te acerca y te sonríe (en realidad siempre sonríe, pero está vez lo hace única y exclusivamente para ti). Te pregunta de qué va. Le dices que es una especie de historia de amor futurista, una telenovela post-apocalíptica. El hombre sonríe (aún más). Te pregunta si se lo prestas y le dices que adelante, que encantado. Lo hojea por encima mientras le dices todo lo que le admiras y todo lo que has disfrutado con sus libros, y después vuelve a fijar su mirada en ti, sonriendo (siempre sonriendo). Entonces te hace una proposición indecente delante de la recepcionista (a ese hombre le da igual la gente, para él son como monigotes) y te pregunta que si quieres que lo publique bajo su nombre. Obviamente, según cuenta, te entregaría un dinero por ello y, quien sabe, quizás podrías continuar escribiendo novelas para él durante un tiempo. Serías una especie de escritor en la sombra, como aquel fulano que escribe para Stephen King. La recepcionista sonríe (por primera vez), al parecer le hace gracia la oferta (o eso o es tonta), pero tú te aferras a tu obra con firmeza y se la quitas de un golpe a ese escritor al que tanto admiras (o admirabas). No piensas darle nada tuyo para que ese tipo se lucre a tu costa. Le gritas que se largue de allí y le amenazas con partirle las piernas. Le llamas viejo estúpido y le escupes (aunque no le das). Aquello te ha enfurecido y ofendido. La ostia de enfurecido y ofendido. De hecho, jamás te habías sentido tan ofendido y enfurecido en tu vida. Entonces el escritor se pone serio (por primera vez) y te mira extrañado. La recepcionista se queda seria (bueno, siempre había estado seria, así que en ella lo ves normal). El escritor no sabe que decir, parece decepcionado y se larga. Entonces la recepcionista te dice que todo era una pequeña broma que te quería gastar. Era una guasa inocente que ese escritor siempre suele hacer a los escritores noveles que pasan por allí. Pero tú te has comportado como un cerdo arrogante, como un auténtico gilipollas engreído. La recepcionista sigue con su trabajo y te repite que lo envíes por email. Es un ultimátum, ya no quiere seguir discutiendo. No hay vuelta a atrás. Sales por la puerta del edificio con el rabo entre las piernas maldicientote por haber sido tan estúpido. No sólo te has comportado como un ser soberbio y presuntuoso sino que además te acabas de acordar de que el archivo del Word donde tenías escrita tu novela, lo borraste después de haberlo imprimido en aquel ciber café lleno de moros. Miras el reloj, son las cinco y media de la tarde. No te vienes abajo, todavía hay esperanza, sólo tienes que volver a escribirlo todo y enviarlo por email a la editorial. Sabes que todo es cuestión de tiempo y que tarde o temprano llegará tu momento. Pero hasta que llegue decides ir a unos baños públicos. Tal vez allí encontrarás algún tipo a quien chupársela a cambio de algo de comida.